LOS BIÓLOGOS ESTÁN APRENDIENDO QUE CUANDO LOS SALMONES SON LIBRES DE NADAR RIO ARRIBA PARA DESOVAR, OTRAS ESPECIES TAMBIÉN PROSPERAN
MI HIJO Y YO CAPOTEAMOS RIO ARRIBA CALZADOS CON BOTAS HASTA LA CADERA, buscando señales del salmón que regresa cada verano a desovar y morir en este riachuelo salvaje de Alaska. Yo he venido aquí para comprobar personalmente lo que él escribió acerca de esto el año pasado:
El riachuelo está tan lleno de salmones que constituye un reto caminar río arriba. Yo tropiezo y resbalo sobre los salmones muertos que se encuentran sobre la grava del fondo. Es como caminar sobre piernas humanas. Cuando accidentalmente piso un pez muerto, gime, dejando escapar el gas atrapado. En las aguas poco profundas los peces me golpean las botas, los arrastra la corriente y tropiezan con mis tobillos. Las gaviotas abundan y lanzan sus graznidos río arriba, señal de que los osos pardos están pescando. El riachuelo apesta a muerte.
Hoy toda la corriente esta limpia y reluciente. Nos movemos lentamente a lo largo de la grava contemplando los gorriones de corona dorada hasta que Jon se agacha y recoge una sencilla vértebra de salmón blanqueada. Excepto esto, todas las evidencias de salmón han desaparecido. ¿A dónde fueron a parar las pilas de salmones muertos que él vio? ¿Qué efectos producen su vida y su muerte sobre la salud de todo este ecosistema?
Jon, graduado de ecología acuática, trabajo los veranos con el Programa de Salmón de Alaska, de la Universidad de Washington, un proyecto de investigación que comenzó en 1946. Los científicos del programa y sus colegas de otras instituciones, están hallando que el salmón, al engordar en el océano y nadar de regreso a los riachuelos y lagos de agua dulce, trae energía y nutrientes río arriba en un amplio sistema de recirculación, que vigoriza la vida vegetal y animal a lo largo de esas vías acuáticas. Los nutrientes dejan un registro químico en el fondo de los lagos, que indica las altas y bajas de las poblaciones de salmón y podría ofrecer claves acerca de los patrones de cambios climatológicos.
En la mayor parte de los ríos costeros de América del Norte, alguna vez pulularon grandes cantidades de peces anádromos, organismos que nacen en las corrientes de agua dulce tierra adentro, emigran al mar salado y regresan a las corrientes fluviales a desovar. Durante más de 10.000 años, los peces migratorios, el chinuk del Atlántico y el salmón, el sábalo americano, el arenque de lomo azul y la perca rayada, para mencionar unos pocos, han regresado en una cantidad asombrosa a los grandes ríos tanto en las costas del Pacífico como del Atlántico, pero muchos de estos han desaparecido, eliminados en sólo un siglo. Los estudios acerca de los ríos no deteriorados de Alaska podrían ayudar a explicar cómo un ecosistema sufre cuando pierde los movimientos río arriba de los peces.
JON TRABAJA EN UNA CABAÑA GRIS, CLIMATIZADA, DETRÁS DE UNA PLAYA en un lago de montaña, conectado al mar por ríos. Capas amarillas para la lluvia, calcetines mojados y abrigos anaranjados y brillosos cuelgan de perchas al frente de la cabaña y una canoa, mordisqueada por los osos descansa boca abajo junto a la ventana. Jon está sentado en un banco junto a la puerta principal y mientras se quita las botas, explica lo que los científicos están aprendiendo.
La gente está acostumbrada a pensar que los ríos fluyen solamente hacia el mar, dice. Una hoja o un insecto caen al agua, la corriente erosiona un banco, una sardina se muere y el río se lleva muchos de esos nutrientes hacia el océano. Lo que el salmón hace al nadar río arriba es invertir este flujo de nutrientes.
“El salmón adquiere más del 95 por ciento de su masa en el océano, para después nadar río arriba y morir”, dice Daniel Schindler, cuando hago contacto con él por radio. Schindler es un ecólogo acuático de la Universidad de Washington y científico del Programa del Salmón de Alaska. “El pez mueve energía y nutrientes contracorriente, haciendo que el río de nutrientes fluya del océano aguas arriba, compensando los nutrientes que la gravedad se lleva”. Los nutrientes son la materia prima de la vida, necesarios para las funciones vitales de todos, desde el crecimiento de una neurona hasta el reverdecer de las hojas.
Cuando existen grandes poblaciones de salmón, el retorno de nutrientes puede ser inmenso. Ted Grez, consultor ambientalista de Pórtland, Oregon, estima que durante las corridas históricas en el Pacífico Noroccidental, 225 millones de kilogramos de salmón regresaron a desovar y morir cada año. Los investigadores estiman que en el Río Columbia solamente, el salmón contribuyó con cientos de miles de kilogramos de nitrógeno y fósforo anuales en esa cuenca.
En la actualidad, camiones y barcazas transportan fertilizantes manufacturados río arriba por el Columbia. La pesca excesiva, las presas, la destrucción del hábitat y la competencia de los criaderos de peces han dañado las corridas de los salmones salvajes. A través del noroeste, los ríos reciben como promedio, sólo el 6 por ciento de los nutrientes que recibían un siglo atrás, una dramática hambruna.
EL EQUIPO EN EL QUE TRABAJA JON ESTA TRATANDO DE COMPRENDER como, en una corriente saludable, los vectores esparcen nutrientes del salmón a todo el ecosistema. Un vector es cualquier cosa que mueva nutrientes de un lado para otro, incluyendo la inundación que traslada un cadáver al bosque, un oso que se harta de salmón y luego defeca en la tundra o cualquier carroñero que come en un lugar y posteriormente orina, defeca o se muere en otro. Aun las larvas son vectores, a juzgar por las notas de Jon:
Cuando levanto un salmón que murió hace dos días, es sólo una piel de salmón rellena de larvas. Oigo a las larvas escarbando bajo la piel, haciéndola retorcerse y pulsar. Las larvas se caen de las cuencas oculares. Tan pronto un salmón muere las moscas carroñeras penetran por su boca y sus agallas y ponen huevos. Los huevos se transforman rápidamente en larvas que devoran al salmón a una velocidad alarmante. En sólo cuatro días un salmón muerto se transforma en 10.000 larvas. Salen del salmón contorsionándose y caen en la tierra, donde eventualmente se transforman en moscas adultas, que revolotean alrededor de las corrientes, zumbando en nuestras caras.
Las arañas y las aves se comen estas moscas voladoras. Algunas larvas caen en el río, donde las devoran el salmón del Ártico y la trucha arco iris.
Durante el pico del desove de los salmones, numerosas criaturas convergen en el rió y se ponen a trabajar. El visón que habita en las cercanías de una corriente saludable con salmones, adapta su ciclo reproductivo al surgimiento estacional del salmón, según Merav Ben-David, ecóloga de comportamiento de la Universidad de Alaska en Faribanks. Ella halló que el visón hembra comienza la lactancia, un cambio energético notable, cuando los cadáveres de salmón son más abundantes. Un informe del Departamento de Recursos Naturales de Washington identifica a 66 vertebrados que se alimentan de salmón. Los salmones jóvenes también comen salmones muertos. La investigación de Robert Bilby, un ecólogo acuático de Wyerhaeuser Company, muestra que hasta el 78 por ciento del contenido estomacal de los salmones jóvenes lo constituyen cadáveres de salmón y huevas. Las notas de Jon describen el frenesí alimentario que ocurre cuando los salmones están desovando:
En los bancos del río donde hay salmones, tropezamos con osos, helechos y hierbas pisoteadas, así como partes descompuestas de salmón, donde los osos los arrastraron para comerlos. Las gaviotas pasan mucho trabajo para abrir los salmones por sí mismas, por lo que bandadas de ellas siguen a los osos, esperando la oportunidad de comerse los restos. Las gaviotas hacen sus nidos en islas expuestas que pronto se llenan de espinas de salmón. A medida que los polluelos crecen y engordan, la isla se va librando del salmón digerido, pues la lluvia arrastra el guano hacia el lago.
Las águilas calvas despedazan el salmón para llevar alimento a sus polluelos. Las larvas de moscas se alimentan de los cadáveres del salmón bajo el agua, para después convertirse en adultos que salen volando. La trucha arco iris se alimenta de la carne de salmón que se desprende lentamente de los salmones en descomposición. El visón engulle los peces que ya han desovado. Los árboles crecen rápidamente con todo este fertilizante. Los turistas vienen en aviones anfibios para pescar, tirándoles las vísceras a las grullas y congelando los filetes en cajas de cartón encerado para llevarlas de vuelta a Tacoma o St. Louis.
Hace tres días, cuando llegamos aquí, a las piscinas alimentadas por el riachuelo, contamos 216 salmones, con sus lomos sobresaliendo del agua poco profunda. Las hembras cavaban sus nidos y los machos luchaban por las hembras. Se colocaban lado a lado con sus quijadas saliendo del agua. De pronto se desató un infierno. Un salmón agarró a otro con sus dientes, lo sacudió como un buldog, lanzando al pez más débil por el agua.
Hoy, en la misma piscina hay sólo tres salmones vivos, el resto lo mataron los osos. Los tres salmones sobrevivientes nadan lentamente a través de la masacre.
Se siente como si hubiera osos por todas partes. En una esquina hallo huellas frescas en la arena, que se llenan lentamente de agua y sangre.
Para analizar la importancia histórica del salmón en la dieta de los Osos pardos, Grant Hildebrand, biólogo investigador que trabaja para el Departamento de Caza y Pesca de Alaska, utilizó técnicas de muestreo de nitrógeno. Para determinar qué parte del nitrógeno de un ecosistema proviene del salmón, los científicos miden los isótopos estables. El nitrógeno en el medio terrestre y en el agua dulce se compone principalmente del isótopo más ligero N-14, con poco del más pesado -15. El salmón, sin embargo, tiene una relación relativamente alta de N-15 a N-14, comparada con las fuentes de fijación de nitrógeno como los árboles. De esa forma, los científicos pueden estimar la cantidad de nitrógeno que proviene del salmón, midiendo las relaciones de N.-15 a N-14 en cualquier tejido que recolecten, desde pelos de alce hasta hojas de sauce.
Hildebrand y sus colegas cortaron pelos y huesos de osos pardos que llevaban tiempo muertos y los expusieron en lugares como el Museo Americano de Historia Natural en New York. Hallaron que entre 1856 y 1931, del 33 al 90 por ciento del nitrógeno de los osos provenía del salmón, hasta en lugares tan lejanos tierra adentro como Idaho. Actualmente las corridas de salmón en los 48 estados continentales se han reducido drásticamente, igual que los osos.
En Alaska parece haber gran cantidad de osos. Jon y yo los hemos visto todos los días patrullando las playas, ocupándose de lo suyo, esperando, al igual que nosotros, que regresen los salmones. Una mañana Jon y yo terminamos encaramados, como las golondrinas, en la punta más alta del tejado de la estación. Yo tenía en cada mano una lata gigante de atomizador para osos y Jon revisaba los arbustos con unos binoculares.
Acabábamos de arrimar el bote a la orilla de la playa del campamento cuando un oso salió de los árboles y cargó hacia el bote. Jon estaba junto a la puerta de la cabaña, mientras yo estaba haciendo algo con mi cámara fotográfica junto a la playa. Oí a Jon decir, en una voz que los hijos usualmente no utilizan con sus madres: “Entra en la cabaña”. Yo lo hice. Subimos por una escalera hasta la azotea para tratar de ver al oso, pero ya había desaparecido. Ahora estamos sentados aquí. No se ve movimiento en los arbustos.
Mientras observo la playa de grava, la ensenada azul, las islas de roca blanqueada y las gaviotas planeadoras, comienzo a entender que la corriente que los científicos estudian no es un simple riachuelo. Es un río de energía que se mueve a través de regiones en grandes ciclos geográficos. Aquí la vida y la muerte son sólo diferentes puntos de una continuidad. El río fluye en un círculo a través del tiempo y el espacio, convirtiendo la muerte en vida a lo largo de los ecosistemas costeros, como lo ha estado haciendo durante más de un millón de años, pero estas corrientes ya no fluyen en los lugares donde la mayoría de nosotros vivimos.
EL DÍA SIGUIENTE LLUEVE. NOS PONEMOS LAS BOTAS Y LOS IMPERMEABLES y nos montamos en el bote para dirigirnos a otro riachuelo en busca de salmón. Caminar río arriba es duro, las rocas resbalan debido a las algas. En las piscinas tranquilas, el fango da al tobillo y al caminar se levantan densos remolinos de cieno.
Después que los salmones desoven el lecho del río quedará tan limpio como un camino de grava. A medida que la hembra del salmón escarba los nidos donde pondrá los huevos, ayuda a crear las condiciones en las cuales sus huevos prosperan, un lecho de grava limpia bajo el agua en movimiento. Se acuesta de lado y bate su cola violentamente contra el lecho del río, expulsando nubes de cieno. Después pone los huevos. Se traslada un corto tramo río arriba y repite la operación, eliminando algas de las rocas, quitando el cieno de los remolinos, aireando la grava. En unos pocos días todo el río estará tan limpio como si los peces lo hubieran barrido con escobas.
Aunque los salmones conforman el río, el río también conforma a los salmones. Thomas Quinn, biólogo de peces de la Universidad de Washington, dice que la forma de los peces ha evolucionado como un reflejo de las corrientes donde se encuentran, sean de 6 centímetros de profundidad o de un metro. Ser grande es riesgoso: un pez con el lomo fuera del agua tiene más probabilidades de morir en boca de un oso, pero ser grande también es una ventaja, porque una hembra tiene más probabilidades de aparearse con un gran macho. De esa forma, las corrientes poco profundas quedan para los peces pequeños, pero en los ríos más profundos o en los lagos, los salmones machos crecen tan jorobados que parecen haberse tragado platos de comer.
Para sacar conclusiones, acerca del crecimiento de los salmones en las corrientes, los cientificos necesitan conocer su edad. La edad de los salmones se calcula de forma parecida a la de los árboles, contando los anillos de los huesos del oído u otolitos, Jon describe la investigación:
Sosteniendo al salmón por las cuencas oculares vacías, escarbamos el baboso cerebro y extraemos los otolitos. Su consistencia es la de las viejas conchas marinas y su tamaño el de la uña de un bebé. Los cientificos cuentan los anillos bajo el microscopio para saber cuántos años estuvo el salmón en agua dulce y cuántos en agua de mar. Después de cortar la cabeza a cien salmones putrefactos, nuestras manos y antebrazos están resbaladizos por el cieno. Los mosquitos nos pican en la cara y en el cuello, pero no nos atrevemos a aplastarlos con nuestras manos embarradas de pescado. Los espantamos con el dorso de la muñeca.
LOS NUTRIENTES QUE EL SALMON VA DEJANDO tras sí, suministran medidas importantes acerca de los cambios en el océano. Cuando abandona el agua dulce, el salmón se propaga por todo el Pacífico, desde California hasta Japón. Permanece en el océano durante varios años, para regresar después río arriba a las piscinas que los cientificos están estudiando. “El salmón amplifica las señales del clima”, dice Schindler. Cambios muy sutiles en el océano pueden tener un efecto sustancial en las poblaciones. Un cambio de temperatura de sólo uno o os grados puede afectar a los nutrientes lo suficiente para producir una diferencia de dos o tres veces el número de salmones que regresan a los ríos.
Por eso, si los investigadores pueden graficar los cambios en el numero de salmones que nadan río arriba, pueden obtener una historia precisa de las alteraciones del océano, lo cual brinda evidencia acerca de los cambios de clima a lo largo del tiempo.
Schindler y sus colegas están buscando esa evidencia en los sedimentos de los lagos. Toman muestras cilíndricas del fondo de los lagos, donde los nutrientes se han acumulado lentamente, capa sobre capa, durante milenios. Mediante la lectura de las cantidades relativas de N-15 a cada nivel, Schindler puede leer la historia de las altas y bajas de las poblaciones de salmón.
Ha aprendido que las poblaciones de salmón aumentaron y disminuyeron a través de los siglos en ciclos complejos pero predecibles. En los lagos que Schindler estudia, los sedimentos registran una oscilación en las poblaciones de salmón de entre 50 y 70 años, pero el cuadro es complicado. Encima de las largas ondas de cambio de población, hay pequeñas ondulaciones que alcanzan un pico cada l5 a 20 años. Bruce Finney, ecólogo acuático de la Universidad de Alaska en Fairbanks, utilizó la mima técnica para demostrar que ha habido una variación mayor y mas lenta de las población de salmón. Hace 2.000 años, estas cayeron abruptamente en el Pacífico Norte. Los números se mantuvieron fijos durante 800 años para aumentar gradualmente alcanzando un pico entre los años 1200 y 1900. Finney cree que los cambios en el clima son la causa de los ciclos en las poblaciones de salmón y, mientras los cientificos tratan de entender la relación y los efectos del calentamiento global, el salmón puede ayudarlos a distinguir entre variaciones normales del clima y los primeros avisos de que un sistema se esta tornando peligrosamente negativo.
Schindler hallo que los ciclos del salmón son un reflejo del crecimiento del plancton, la base de la cadena alimentaría que sostiene la vida en un lago.
Mientras más salmón haya, más vigorosos son el zooplancton y las algas en los lagos. Sus muestras del fondo indican la caída precipitada de los niveles de plancton y de la productividad de los lagos, que marcan el inicio de la pesca en gran escala a finales del siglo XIX. Durante los últimos 100 años, la pesca ha desviado hasta dos tercios del movimiento río arriba de los nutrientes derivados del salmón, de los ecosistemas locales hacia los seres humanos.
EL ULTIMO DIA, JON ME LLEVA EN BOTE A través del lago hasta la boca del pequeño riachuelo. Sobre el lago cuelgan nubes bajas y el agua es tan sólida y brillante que parece una lámina de plata. Nos subimos a los asientos del bote ara tener una vista mejor del agua. Jon me da sus espejuelos de sol polarizados.
Señala hacia el agua profunda en la boca del río. De pronto, ahí están los salmones, cientos de ellos, de color rojo anaranjado neón. Parecen carpas doradas tan grandes como gatos. Todos alineados en la misma dirección, se deslizan en un inmenso círculo, una lenta y ancha corriente de salmones, esperando el momento exacto en que se lanzarán al riachuelo. Yo nunca había visto tantos salmones y no tenia idea de que fueran tan bellos. Sus cabezas son casi invisibles, verde iridiscente como el agua, pero sus lomos son de un rojo vivido e incandescente. Los peces vienen y van desapareciendo lentamente bajo el bote. Miro a Jon, quien está observando concentradamente.
Las poblaciones de salmón de Alaska están entre las más prístinas del mundo. En los lagos donde trabaja Jon, cada año alrededor de un millón de salmones escapan a las redes y a los botes de pesca, aunque otro millón o dos son capturados. De manera que las densidades que llenan las corrientes, y que vemos, son sólo una fracción de lo que sería la corrida si se le dejara a la naturaleza. Algunas corrientes promediarían más de tres salmones por medro cuadrado en todo su recorrido. Los cientificos estudian este ecosistema como si estuviera intacto, pero nadie sabe cómo luciría un río si no hubiera sido tocado por los humanos.
A pesar de todo esto, mediante el estudio de los ciclos de renovación en Alaska, los cientificos están demostrando lo profundamente que el sistema se ha ido afectando en otros lugares y están comenzando a comprender lo rápidamente que debemos actuar.
Si podemos hallar una forma de reservar y restaurar el hábitat del salmón, reducir la competencia de los criaderos de peces, eliminar los obstáculos para el libre cauce de las corrientes y regular la pesca comercial, de manera que permita que fluyan río arriba suficiente nutrientes derivados del salmón, entonces quizás hallaremos la forma de hacer que el salmón regrese.
Yo he visto salmones nadando río arriba para desovar, aun con los ojos mordisqueados. Aun muriéndose, con la carne cayéndose de las espinas, he visto salmones luchando para proteger sus nidos. Los he visto escalar arroyos tan pequeños que se quedaban varados en la grava. Los he visto nadar río arriba con inmensas dentelladas en sus cuerpos hechas por los osos. Los salmones son increíblemente aferrados al desove. No se rendirán Eso me brinda esperanza.
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